El baile de la vida

La vida en nuestro Planeta se desarrolla, en general, de una forma cíclica y repetitiva, siempre de la misma manera, mediante tres parámetros fundamentales, nacimiento, desarrollo y extinción, correspondientes a una norma de un ser superior.

En el caso del ser humano, se suceden las distintas generaciones de acuerdo con la citada norma en cuanto a la materia, o sea al cuerpo, pero su alma, el espíritu que da vida a esa materia, sigue viviendo para pasar a otra vida transcendental.

En resumidas cuentas, los parámetros de vida citados, primero y tercero, son inamovibles, iguales para todos, pero el segundo, referente al desarrollo, es variable, diferente y en cierta forma monótono, debido a la libertad que el ser humano tiene en vivir su vida. Por tanto, hablando metafóricamente, se puede asimilar dicho desarrollo, y por tanto la vida humana, por su movilidad y variedad, a un baile repetitivo en el tiempo, en el que todos los humanos participan con sus correspondientes generaciones, y Dios como autor del guión y de las partituras correspondientes a dicho concierto bailable, para ser interpretadas por el género humano. Las bailarinas van vestidas con trajes verbeneros, alegres, movidos y multicolor, para mostrar la alegría, la satisfacción y el honor que experimentan de ser madres, desarrollando con su cuerpo el ser humano creado por Dios, y por tanto, participando en su gran obra creadora.
Por otra parte, las manzanas que llevan en sus manos representan la atracción de las mujeres para encontrar sus Adanes. Normalmente, llevan tres manzanas, tres son las bailarinas, pues tres es el número mínimo que multiplica en la reproducción humana, generalmente, en un matrimonio, dos se van y tres hijos se quedan. Eva lleva más manzanas porque es la madre y el origen de la multiplicación humana.
En la mitad de la parte izquierda del cuadro, se pueden apreciar unas nubes verdosas, que representan los problemas que el ser humano crea en relación con el ser creado y no nacido, cuya alma es dada, o soplada, por Dios al principio de su concepción. Dichas nubes van desapareciendo y enrojeciéndose, a manera que van ascendiendo a zonas en donde reciben la luz cálida y espiritual del amor y la razón.

Obra comentada por el maestro pintor de óleo Juan Rico López

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